El 27 de abril de 1978 en Afganistán, república desde 1973, año en el que Mohammed Daud Khan derrocó al rey Mohammed Zahir Shah, tiene lugar la Revolución de Saur (segundo mes del calendario persa). Afganistán se constituía como un estado socialista en la órbita de Moscú, un duro golpe para Estados Unidos y sus aliados, con la excepción de Irán, que tenía malas relaciones como el gobierno de Daud Khan, hasta el punto de que se cree que incluso el sha iraní pudo haber financiado el golpe. El resto de la historia es conocido: una sangrienta guerra entre los rebeldes islámicos, los muyahidines, apoyados por los Estados Unidos y el bloque capitalista y el gobierno socialista del Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA) y sus aliados soviéticos. Sin embargo, la guerra fue mucho más compleja que eso.
Ya desde
un primer momento el PDPA sufría de problemas internos, unos problemas que
afectarían al correcto funcionamiento del gobierno, permitiendo que los muyahidines
se alzasen en armas con mayor facilidad, y que en parte provocaron la
intervención soviética. El partido estaba dividido en dos grupos:
la facción Jalq, formada por marxistas-leninistas ortodoxos y anti revisionistas,
y la facción Parcham, de corte pro soviético y brezhneviano. Sin embargo, las
diferencias entre facciones iban más allá de lo ideológico, y es que un país multiétnico
como Afganistán el PDPA se veía divido entre pastunes, en la facción Jalq, y
tayikos, en la facción Parcham. Igualmente, dentro de las distintas etnias
afganas existen fuertes diferencias tribales (la filiación tribal o asabiya
tiene una gigantesca importancia a la hora de entender Afganistán) hasta el
punto de que el triunfo de la Revolución de Saur se puede interpretar como una
respuesta de los pastunes de la tribu Ghilzai frente al dominio de su clan
rival, el los Durrani, al que pertenecieron tanto Daud Khan como los monarcas
que habían estado gobernando el país desde el Siglo XVIII.
El Jalq Nur
Muhammad Taraki, el primer líder del Afganistán socialista, la República
Democrática de Afganistán, hubo de hacer frente no sólo a la oposición al nuevo
gobierno en el medio rural, debida sobre todo a los planes de reforma agraria,
sino a la facción Parcham y al ambicioso Hafizullah Amín que, si bien era Jalq al
igual que Taraki, ansiaba hacerse con el poder, algo que lograría en septiembre
de 1979. El 8 de octubre Taraki es asesinado.
Para
comienzos de 1979 los muyahidines ya gozaban de una gran fuerza hasta el punto
de que en marzo llevaron a cabo una importante insurrección urbana en Herat, la segunda ciudad más importante de Afganistán después
de Kabul. Muchos de los militares enviados por el gobierno a la ciudad acabaron
pasándose al lado rebelde. Pese a que varios civiles soviéticos que vivían en
la ciudad fueron asesinados, y a pesar de que el gobierno pidió ayuda a la
URSS, el gobierno de Brezhnev se mostraba, en un primer momento, reacio a
intervenir.
Fueron las políticas de Amín las que llevaron a la URSS a invadir el país, ya que el líder afgano se mostraba dispuesto a cambiarse de bando y aliarse con los Estados Unidos, que el 3 de julio de 1979 había puesto en marcha la Operación Ciclón, es decir, el apoyo a los distintos grupos muyahidines contrarios al PDPA. Tras varios intentos de asesinato con veneno fallidos, el 27 de diciembre de 1979 los soviéticos ponen en marcha la Operación Tormenta-333, el asalto del palacio presidencial de Amín, el Palacio de Tajbeg por comandos Spetsnaz del ejército, la KGB y el GRU. La primera operación soviética en Afganistán tenía como objetivo el asesinato de Amín y el poner fin a la hegemonía de la facción Jalq. Los Parcham accedían así al poder, bajo el liderazgo de Babrak Karmal.
La situación era desesperada: el gobierno solamente controlaba Kabul y otras ciudades, así como las carreteras principales del país centroasiático. Lo ocurrido en Herat indicaba la facilidad con la que una nueva rebelión urbana podía estallar. La gran mayoría del medio rural permanecía en manos de los distantes grupos muyahidines. Destacan las guerrillas Jamiat-e Islami, suní y de mayoría étnica tayika, liderada por Burhanuddin Rabbani; Hezb-e Islami, pastún y suní, liderada por Gulbuddin Hekmatyar, y la chiita Sazman-i Nasr, donde predominaba la etnia hazara.
Igualmente
existieron algunos grupos insurgentes de ideología maoísta, contrarios tanto al
gobierno pro soviético como a los insurgentes islamistas. Es el caso de la Organización
de Liberación de Afganistán, famosos por el Levantamiento de Bala Hissar en
verano de 1979, una insurrección fracasada que sin embargo supuso un nuevo
golpe para el gobierno pro soviético. La importancia de lo grupos maoístas iría
disminuyendo a medida que la guerra aumentaba de intensidad.
A través del ISI, el servicio secreto pakistaní, Estados Unidos, Reino Unido, Israel y Arabia Saudí financiaron y armaron a los muyahidines. China, enemistada con la URSS desde la década de 1950, también apoyaría a los insurgentes e incluso, durante algunos períodos de tiempo, la ayuda china a los muyahidines sobrepaso a la estadounidense. Cientos de voluntarios de todo el mundo musulmán acudieron a la yihad contra los soviéticos, incluyendo un joven empresario saudí llamado Osama Bin Laden.
De la misma manera que los estadounidenses en Vietnam, los soviéticos se enfrentaban a un enemigo
invisible, que hacía uso de la guerra de guerrillas y de las escaramuzas y que
evitaba los combates directos. A partir de 1986 los potentes helicópteros de
ataque soviéticos Mil Mi-24 serían atacados con lanzamisiles Stringer
suministrados por los Estados Unidos. Al igual que en Vietnam, los ataques aéreos
no lograban acabar con la resistencia de los guerrilleros.
En 1988
con los Acuerdos de Génova entre Afganistán y Pakistán, sirviendo este último
como representante de los muyahidinies a los que abiertamente apoyaba, se
acuerda la retirada soviética para comienzos de 1989. Fue un durísimo golpe
para una URSS que desde mediados de la década de 1980 mostraba señales de crisis.
Más de catorce mil soviéticos fallecieron en una guerra que afectó seriamente a
la economía soviética. Para muchos, el desastre de Afganistán, el cementerio de
los imperios, fue la principal causa de la caída de la URSS en 1991.
Mohammad Najibulá, líder de la República Democrática de Afganistán desde 1986, año en el que sustituyó a Karmal, trató de poner fin a la insurgencia abandonando el laicismo en 1987 y estableciendo una suerte de socialismo islámico. Su estrategia falla. El 27 de abril de 1992 los muyahidines derrocan al gobierno de Najibulá, quien sería ejecutado en 1996 con la llegada al poder del Talibán. La victoria de los islamistas sobre los socialistas no significó el final de la guerra, pues las distintas facciones de los muyahidines comenzaron a pelear entre sí. El nuevo Estado Islámico de Afganistán, presidido por Burhanuddin Rabbani, demostró ser igual de inestable, e incluso más, que la República Democrática de Afganistán.
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