Tras el término de la Segunda Guerra Mundial la Unión Soviética, inmersa en un duro proceso de reconstrucción, vivió una época de relativa calma interna. Lejos quedaban ya las purgas de finales de la década de 1930 y los enfrentamientos armados entre los kulaks, campesinos adinerados, y las autoridades soviéticas que buscaban colectivizar sus tierras. Sin embargo, para las minorías étnicas que habían colaborado con los nazis en la Segunda Guerra Mundial, la posguerra fue un auténtico infierno. Grupos enteros como los tártaros de Crimea o los calmucos del Mar Caspio fueron sometidos a movilizaciones forzadas, una técnica de represión que ya se había utilizado antes de la guerra, sobre todo durante la época de las grandes purgas con grupos como los polacos.
La
represión de Stalin crece considerablemente en el año 1952 cuando el líder soviético
recibe una carta de la doctora Lidia Timashuk, del Policlínico del Kremlin, en
la que la médico acusaba a prestigiosos doctores, en su mayoría judíos, de
estar recetando tratamientos inadecuados a altos cargos del ejército, el partido
y el Estado con el objetivo de acabar con sus vidas. Sin esperar a recibir
ninguna otra prueba, Stalin ordenó una serie de arrestos contra las principales
autoridades médicas y farmacéuticas del país. El hecho de que los arrestados en
su mayoría fueran judíos, provocó tensiones entre la URSS e Israel, dos países
que si bien durante la Guerra Fría se convertirían en enemigos, en un principio tenían una muy buena relación, debido sobre todo a la oposición de los sionistas
a Reino Unido y al carácter socialista de los kibutz, las comunas agrícolas israelíes.
Las purgas
dentro de la comunidad médica tuvieron serias consecuencias pues el 1 de marzo
de 1953, estando en su dacha de Kúntsevo, Stalin sufre un derrame cerebral. Además,
el líder había dado órdenes de no ser molestado y pasaron doce horas hasta que
se descubrió su condición. Stalin, falleció finalmente el día 5 de marzo a los
setenta y cuatro años.
Gueorgui
Malenkov sucedió de forma interina a Stalin como presidente del Consejo de
Ministros de la Unión, es decir, como jefe de gobierno (El cargo de Secretario General
del Partido Comunista fue abolido en 1952 por el propio Stalin. Hasta aquel
entonces, la jefatura de gobierno recaía en la presidencia del partido). Todo
parecía indicar que el sucesor de Stalin iba a ser el Ministro del Interior
(Igualmente, en 1946 los cargos de Comisario del Pueblo fueron sustituidos por
ministros) Lavrenti Beria, amigo íntimo de Stalin y georgiano al igual que él.
Beria formaría una troika junto a Malenkov y Vyacheslav Molotov, ministro de
exteriores de 1939 a 1949.
Para sorpresa
de todos, Beria, quien poca más de una década antes había sido responsable de
algunas de las mayores campañas de represión de la historia soviética, puso en
marcha una serie de campañas liberales como una amnistía que llevaría a la
liberación de más de un millón de prisioneros. Más polémica fue su propuesta,
no aprobada, de renunciar a la no hace mucho establecida República Democrática Alemana
(RDA) con el objetivo de crear un Estado neutral, al igual que Austria.
Entre los
detractores de Beria se encontraban figuras de renombre como el ministro de
defensa Nikolái Bulganin o el mariscal Gueorgui Zhúkov, principal responsable
de la victoria soviética sobre la Alemania nazi. También en su contra estaba
Nikita Kruschev, secretario general del Partido Comunista de Ucrania entre 1938
y 1949. En junio de 1953 estallan protestas antisoviéticas en la RDA, algo que
será aprovechado por los detractores del georgiano. El 26 de junio, Beria es
arrestado en un complot detrás del cual se encontraba Kruschev, quien no dudó
en acusarlo de espía británico. Beria sería juzgado de forma secreta y sin
derecho a una defensa. Se le acusó de traición, pues en 1941 trató de reunirse
con Hitler a través del embajador de Bulgaria en un intento de firmar la paz,
algo que no consiguió; de terrorismo, por sus purgas dentro del Ejército Rojo
en los momentos previos a la Segunda Guerra Mundial; y de actividades
contrarrevolucionarias, ya que durante la Guerra civil rusa colaboró con la
efímera República Democrática de Azerbaiyán antes de unirse a los comunistas. El
23 de diciembre de 1953 Beria es ejecutado.
En
septiembre de 1953 se restableció el cargo de Secretario General del Partido
Comunista de la Unión Soviética (PCUS), con Kruschev ostentando el cargo. Bajo
su gobierno continuó la liberación de presos políticos iniciada por Beria. La
NKVD fue disuelta en marzo de 1954 y sustituida por el Comité para la Seguridad
del Estado, la KGB, responsable tanto de la seguridad interior como de la
exterior. El sistema de presidios GULAG fue finalmente disuelto en 1960. Todas
estas medidas formaban parte de un proceso conocido como desestalinización. Se
retiraron estatuas de Stalin e incluso la ciudad de Stalingrado cambió su
nombre a Volgogrado. El cadáver embalsamado del líder soviético fue retirado
del Mausoleo de Lenin y enterrado junto a la muralla de Kremlin.
En febrero
de 1956 en el XX Congreso del PCUS pronuncia su discurso más famoso, de nombre Acerca del culto a la personalidad y sus consecuencias,
en el cual se criticó duramente a Stalin, el culto a su persona, a la Gran
Purga y a las campañas de deportación de minorías étnicas. Pese a que el
discurso era secreto, se acabó filtrando a todo el mundo a través de Polonia e
Israel.
Entre los
que se oponían a la desestalinización se encontraban figuras de la talla de Malenkov
o Molotov, sorprendidos de que Kruschev, quien había criticado duramente a
Beria por sus medidas liberales, ahora condenase el autoritarismo de Stalin.
Igualmente, una gran parte de la población civil se mostró en contra de estas
medidas, sobre todo en Georgia, república natal de Stalin y Beria. El 8 de
marzo de 1956, un día antes del aniversario del funeral de Stalin, más de
treinta mil manifestantes georgianos protestaron contra la desestalinización en
Tiflis, marchando sobre la Casa de las Comunicaciones, protegida por militares.
Quince manifestantes fallecieron a manos de los guardias.
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