En la anterior entrada nos habíamos quedado en el año 1988, con las tropas soviéticas retirándose de Afganistán y con el estallido de combates entre armenios y azeríes en el Nagorno-Karabaj. El 16 de noviembre de 1988, el Soviet Supremo de la República Socialista Soviética de Estonia declaró que las leyes de Estonia prevalecerían sobre las de la URSS, algo que iba totalmente en contra de lo estipulado en la Constitución Soviética de 1977. Ese mismo año también comenzaron a aparecer movimientos separatistas en Lituania, Ucrania, Bielorrusia y Moldavia. Si bien la prensa occidental trató de mostrar a los independentistas ucranianos como liberales, la verdad es que una gran parte del movimiento estaba ligado a la extrema derecha. Prueba de ello es la reivindicación del líder nacionalista Stepan Bandera, líder de la Organización de Nacionalistas Ucranianos entre 1940 y 1959, grupo que ayudaría los nazis durante la Segunda Guerra Mundial y que colaboró con el Holocausto. Incluso en la propia Rusia comienzan a vivirse manifestaciones de grupos de extrema derecha, destacando sobre todo Pamyat, que en 1987 realizó una multitudinaria manifestación en Moscú, que si bien era en teoría ilegal contó con el beneplácito de Boris Yeltsin, secretario del Partido Comunista en la capital, quien acabaría reuniéndose con los manifestantes para debatir sobre la paralización del proyecto de un memorial de la Segunda Guerra Mundial en la Colina Poklónnaya, proyecto que siguió adelante pese a las presiones de los grupos neofascistas.
Gorbachov lejos de poner freno al Glasnost siguió con sus medidas liberales, pese a la oposición de gran parte de su propio partido. En 1989 el Sóviet supremo de la Unión Soviética fue sustituido por el Congreso de los Diputados del Pueblo de la Unión Soviética, un órgano de funcionamiento liberal de estilo occidental. En las elecciones del 26 de marzo de 1989, de los dos mil doscientos cincuenta escaños del congreso, el PCUS consiguió mil novecientos cincuenta y ocho.
No es imposible hablar de la caída de la URSS sin hablar del colapso de sus países aliados en el este de Europa. Recordemos además que, como bien dije en la entrada anterior, el incremento de los movimientos anticomunistas en estos países son en parte consecuencia del Glásnot soviético. En Polonia el gobierno comunista, tras una década de continuas protestas, accedió a negociar con Solidarność en los conocidos como Acuerdos de la Mesa Redonda de abril de 1989. En agosto el Partido Campesino Unificado y el Partido Demócrata de Polonia dejaron de apoyar al Partido Obrero Unificado Polaco que gobernaba el país. En la vecina Hungría el gobierno de Miklós Németh llevó a cabo una política de acercamiento al Bloque capitalista, reflejada en la retirada de las alambradas en la frontera con Austria en agosto. El verdadero artífice de esta política fue el noble Otón de Habsburgo-Lorena, hijo de Carlos I de Austria-Hungría, último monarca de este imperio y presidente de la Unión Internacional Paneuropea, una organización conservadora-cristiana fundada en 1923 por el también austriaco Richard Coudenhove-Kalergi, a la que pertenecieron personalidades como Konrad Adenauer o Thomas Mann, y que tuvo un papel protagonista durante las revoluciones de 1989 en Europa del Este. La retirada de las alambradas y la apertura de las fronteras sería conocida como el Picnic Paneuropeo, considerada por muchos como el verdadero punto de inflexión en la caída de los países socialistas de Europa del Este.
El Picnic Paneuropeo fue duramente criticado por el gobierno de la República Democrática Alemana. Erich Honecker, presidente del Consejo de Estado de la RDA y Secretario General del Partido Socialista Unificado de Alemania diría el 19 de agosto: Habsburgo ha distribuido folletos en los que se invitó a los turistas de Alemania Oriental a un picnic. Cuando llegaron al picnic, les dieron regalos, comida y marcos alemanes, y luego los persuadieron para que fueran a Occidente. A través de Checoslovaquia cientos de alemanes pasaban a Hungría, desde donde podían entrar en el Bloque occidental bajo el estatus de refugiado. El 13 de septiembre de 1989, el parlamento polaco aprobó la formación de un nuevo gobierno no comunista con Tadeusz Mazowiecki a la cabeza, el primero de este tipo en el Bloque del Este.
En Alemania Oriental la crisis política resultado de la huida de turistas alemanes
en dirección a Austria y la más que evidentes diferencias entre Gorbachov y
Honecker llevaron a la dimisión de este el 18 de octubre de 1989, siendo
sucedido por Egon Krenz quien puso en marcha una nueva política fronteriza,
mucho más permisiva que la de Honecker. El 9 de noviembre el portavoz y líder
del Partido Socialista Unificado de Alemania en Berlín, Günter Schabowski, quien
no había estado presente en las negociaciones, convocó una rueda de prensa en
la que por error afirmó que la nueva política fronteriza entraba en vigor de forma
inmediata. Esa noche caía el muro de Berlín. La oleada revolucionaria, o
contrarrevolucionaria según la historiografía comunista, se extendió
rápidamente a los demás países del Pacto de Varsovia e incluso a la China de
Deng Xiaoping. Con
las excepciones de China y de la Rumanía de Ceaușescu, asesinado junto a su
mujer en un golpe de Estado y sucedido por un gobierno interino conocido como Frente
de Salvación Nacional, las protestas por lo general fueron pacíficas.
En enero de 1990 Bakú se convierte en un auténtico campo de batalla cuando el Ejército soviético entra la ciudad como respuesta a la situación de inestabilidad derivada de la Guerra del Alto Karabaj. Murieron entre ciento treinta y ciento setenta civiles. Lejos de allí, en Tayikistán, tienen lugar los Disturbios de Dushanbe contra armenios que habían huido de la guerra en el Cáucaso y que habían sido recolocados en viviendas públicas de la capital tayika. Un rumor de que más de cinco mil refugiados iban a llegar a la ciudad, cuando el número real era de treinta y nueve, llevó a los disturbios. Veintiséis personas fallecieron en las protestas. El 4 de marzo
de 1990 se repitieron elecciones al Congreso. El PCUS perdió en los tres Países
bálticos, Moldavia, Armenia y Georgia, donde vencieron los partidos
nacionalistas. Lituania declaró su independencia el 11
de marzo aprovechándose de lo estipulado en el Artículo 72 de la constitución
soviética de 1977 que decía expresamente: Cada
República de la Unión conservará el derecho a separarse libremente de la URSS.
Letonia esperó hasta el 4 de mayo. Estonia ya lo había hecho el
16 de noviembre de 1988. El 13 de enero de 1991 el Ejército soviético y la KGB
asaltan la Torre de televisión de Vilna, donde mueren catorce civiles. Los
disturbios iniciados en Lituania rápidamente se extienden a la Letonia. A
finales de mes las tropas del Ministerio del Interior, el OMON, atacan puestos
fronterizos entre Lituania y Bielorrusia. Esto no evita que el 9 de febrero,
Lituania celebrase un referéndum de independencia que se aprobó con el 93,2% de
los votos. Estonia y Letonia hacen lo mismo el 3 de marzo. En el primer país el
referéndum sale adelante con el 78% de los votos y en el segundo con el 74%. La
mayoría de los que votaron en contra eran rusos étnicos.
Blindados soviéticos en Bakú durante el "Enero negro" de 1991
El 17 de
marzo de 1991, en un referéndum celebrado en toda la Unión, el 76,4% de los
votantes apoyó que la Unión Soviética siguiese existiendo. La pregunta exacta
era: ¿Considera necesaria la preservación
de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas como una federación renovada
de repúblicas soberanas iguales en la que los derechos y la libertad de un
individuo de cualquier etnia estarán plenamente garantizados? Las
repúblicas bálticas, Armenia, Georgia y Moldavia boicotearon el referéndum, así
como en la República Autónoma Socialista Soviética de Chechenia e Ingusetia,
perteneciente a la República Socialista Federativa Soviética de Rusia y que
reclamaba la independencia, algo que no estaba permitido por el Artículo 72 ya
que era parte de otra república, en este caso Rusia.
El 12 de
junio de 1991 en Rusia se celebran elecciones multipartidistas, ganadas con un
58% de los votos por el independiente Boris Yeltsin, derrotando al candidato preferido
de Gorbachov, Nikolai Ryzhkov, que obtuvo solo el 16% de los votos. Yeltsin,
quien era presidente del Sóviet Supremo de la RSFS de Rusia desde mayo de 1990,
se vio apoyado por un conglomerado de partidos liberales y conservadores de
diversa ideología, conocidos bajo el nombre de Movimiento Democrático de Rusia.
Ante la
oleada separatista, Gorbachov buscó reestructurar la Unión Soviética en un
estado menos centralizado. El 20 de agosto de 1991, un nuevo Tratado de la
Unión Soviética iba a ser firmado, el cual sustituiría al Tratado de Creación
de la Unión Soviética de 1922 y que convertiría a la Unión Soviética en una
federación de repúblicas independientes con un presidente, una política
exterior y un ejército comunes. Fue fuertemente apoyado por las repúblicas como
Kazajistán, que buscaban las ventajas económicas de un mercado común para prosperar.
Los sectores más reformistas
defendían una rápida transición a una economía de mercado, incluso si el
resultado final significaba la desintegración de la Unión Soviética en varios
estados independientes. La
independencia de los distintos territorios que formaban la Unión también estaba
de acuerdo con los deseos de Yeltsin como presidente de la RSFS de Rusia, así
como con los de las autoridades regionales y locales de deshacerse del centralismo
de Moscú. Sin embargo, el 19 de agosto de 1991, Guennadi Yanáyev, vicepresidente
de Gorbachov; el primer ministro Valentin Pavlov, el ministro de Defensa Dimitri
Yazov, el jefe de la KGB Vladimir Kriuchkov y otros altos cargos de la Línea dura del PCUS, se movilizaron en
un golpe de Estado para evitar que se firmara el tratado, organizándose en
torno al Comité General sobre la Emergencia Estatal. Gorbachov, de vacaciones
en Foros, Crimea, fue puesto bajo arresto domiciliario. Los líderes golpistas
emitieron un decreto de emergencia suspendiendo la actividad política,
prohibiendo la mayoría de los periódicos y desplegando a los militares en
Moscú. Las repúblicas de Azerbaiyán, Bielorrusia, Kirguistán, Tayikistán,
Turkmenistán y Uzbekistán apoyaron el golpe así como los gobiernos de China, Cuba,
Vietnam y Corea del Norte. Al golpe no se opusieron solamente las repúblicas
separatistas, sino también el gobierno de la RSFS de Rusia, con Yeltsin a la
cabeza. Merece espacial mención el caso de Ucrania, república soviética que no
se decantó por ninguno de los bandos.
También es
necesario explicar que los golpistas decidieron no atacar la sede de la cadena
estadounidense CNN, que retransmitía en la Unión Soviética desde 1989. La CNN,
afín a los intereses estadounidense claro está, se convirtió en uno de los puntos
clave de la oposición. Los manifestantes anticomunistas rápidamente se organizaron
para defender la Casa Blanca de Moscú, el parlamento de la RSFS de Rusia, que
se había convertido en un símbolo de la facción pro Yeltsin. Para el 22 de agosto
el golpe ya había fracasado. Solamente murieron tres personas, seis si contamos
los suicidios de Nikolái Kruchina, Boris Pugo y Serguéi Ajroméyev, figuras
secundarias dentro de los golpistas. El 24 de agosto de 1991 Gorbachov dimitió
como secretario General del PCUS. Ese mismo día, el Consejo Supremo de Ucrania
aprobó una Declaración de Independencia. El día 29, el Sóviet Supremo suspendió
indefinidamente toda la actividad del PCUS en territorio soviético, poniendo
fin de manera efectiva al gobierno comunista en la Unión Soviética. El 17 de
septiembre la independencia de los Países Bálticos se hace efectiva con el
reconocimiento de la ONU.
El 8 de
diciembre, los líderes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia se reunieron en secreto
en Belavezhskaya, en el oeste de Bielorrusia, y firmaron los Acuerdos de
Belavezha, que proclamaron que la Unión Soviética había dejado de existir,
anunciando la formación de la Comunidad de Estados Independientes (CEI). una federación
más flexible para ocupar su lugar. También invitaron a otras repúblicas a
unirse a la CEI. Gorbachov lo calificó de golpe inconstitucional. El 12 de
diciembre, el Soviet Supremo de la RSFS de Rusia ratificó formalmente los
Acuerdos de Belavezha y denunció el Tratado de la Unión de 1922. Sin embargo, todavía quedaban dudas
sobre si los Acuerdos de Belavezha habían disuelto legalmente la Unión
Soviética, ya que sólo fueron firmados por tres repúblicas. Sin embargo, el 21
de diciembre de 1991, representantes de 11 de las 12 repúblicas restantes,
todas excepto Georgia, firmaron el Protocolo de Alma-Ata, que confirmó la
disolución de la Unión y estableció formalmente el CEI. El 25 de diciembre
Gorbachov anuncia la disolución oficial de la Unión Soviética. Esa misma noche
a las 7:32, la bandera soviética es bajada del Kremlin. El 26 de diciembre, el
Soviet de las Nacionalidades, la cámara alta del Soviet Supremo de la Unión,
da por finalizada la existencia de la Unión Soviética.
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