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LA ITALIA FASCISTA (1922-1930)

Para mediados de 1922 Italia estaba atravesando una de las mayores crisis de su historia, sino la que más, con el gobierno liberal-conservador de Luigi Facta desbordado por los constantes enfrentamientos entre comunistas y fascistas, por las sucesivas huelgas y con unos problemas de inflación, que, si no bien llegaron a los niveles de Alemania, suponían un serio problema. En este ambiente de constante violencia política, en octubre de 1922 los fascistas de toda Italia comienzan a movilizarse con el objetivo de hacerse con el control del Estado. Tras tomar el poder en las ciudades de Civitavecchia, Ancano y Orte, más de treinta mil camisas negras marchan sobre Roma. Luigi Facta dimite ante el avance de los escuadristas, quienes apenas encontrarán oposición en su campaña. La policía, los carabinieri y las unidades del ejército que en teoría debían frenar el golpe de Estado, se sumaron a él. El día 27 de octubre las oficinas de radio, correos y telégrafos, así como los nudos ferroviarios de la capital, caen en manos de los fascistas.


Emilio De Bono, Benito Mussolini, Italo Balbo y Cesare Maria De Vecchi durante la Marcha sobre Roma. De Bono, Balbo y De Vecchi, junto a Michele Bianchi, formarían el cuadrunvirato, los principales líderes del fascismo después de Mussolini,

Los generales Luigi Federzoni y Armando Díaz recomendaron al rey Víctor Manuel III que negociase una salida diplomática al conflicto, pues la situación perfectamente podría desembocar en una guerra civil en toda regla. El día 31 de octubre de 1922 Mussolini es nombrado presidente del Consejo de Ministros. El fascismo había logrado triunfar.

No obstante, el ascenso al poder de Mussolini en el otoño de 1922 no ocasionó de forma inmediata la implantación de un Estado fascista. Aunque convertido en jefe de gobierno, gobernó durante varios meses sustentado en una coalición de partidos liberales, nacionales y católicos dentro de los cauces constitucionales. Sin embargo, Mussolini, pese a su giro a la derecha, lejos quedaban ya los discursos de 1919 atacando al capitalismo, era un firme detractor de la democracia burguesa y liberal, así como del parlamentarismo, por lo que ya desde un primer momento buscó e implementó estrategias con el objetivo de minimizar el papel del parlamento y aumentar el del Partido Nacional Fascista.

Siguiendo el ejemplo de D´Anuzzio en el Fiume, en materia económica se fundaron las Corporaciones Fascistas, uniones de obreros y representantes de los propietarios, es decir, sindicatos verticales en los que, al menos en teoría, se buscaban acuerdos que beneficiasen a las dos partes sin que ninguna de las dos se antepusiese. Otras medidas económicas incluyeron la privatización del servicio telefónico, la abolición de impuestos como el de sucesiones, subidas salariales y un nuevo impuesto sobre las rentas agrarias.

En marzo de 1923 se formará una de las unidades más características del fascismo italiano, la Milicia Voluntaria para Seguridad Nacional (MVSN), un cuerpo paramilitar fuertemente vinculado al Partido Nacional Fascista y considerado heredero directo de los escuadristas camisas negras. También cabe destacar la Opera Nazionale Balilla, las juventudes del régimen.

En política exterior, durante los primeros años de gobierno de Mussolini se dejo de lado el ansia expansionista propia del irredentismo. Es más, con la llegada al poder de los fascistas se retiran las tropas establecidas en Adalia en el contexto de la Guerra de independencia turca. Además, el régimen fascista busca acercarse al gobierno republicano turco de Mustafá Kemal Atatürk.

El 6 de abril de 1924, el mismo año que el Estado libre del Fiume es incorporado al Reino de Italia, se celebran elecciones generales en un clima de profunda tensión. De los siete millones de votos, más de cuatro fueron para los fascistas, que se hicieron con el 64% de los votos. Además, la ley electoral de 1923 estipulaba que el partido que alcanzase el 25% del voto se alzaría con una representación de dos terceras partes de la Cámara. Las denuncias ante el parlamento por parte del diputado del PSI Giacomo Matteotti contra Mussolini y sus tácticas violentas provoca que el 10 de junio de 1924 fuese secuestrado y asesinado por militantes fascistas. Gracias al apoyo de Víctor Manuel, que tenía el poder para relevar al presidente, medida que no implementó, Mussolini pudo conservar el poder pese al gigantesco escándalo que supuso la muerte Matteotti


Giacomo Matteotti, diputado del PSI asesinado por los fascistas en 1924

El 3 de enero de 1925 Mussolini se nombrará a sí mismo Duce, guía y concentrará en su persona todos los poderes, con la excepción de los del rey, en una tensa jornada electoral en la que Mussolini admitiría su papel en la violencia política que atravesaba Italia desde más de un lustro. En palabras del Duce:

¡Si el fascismo no ha sido más que aceite de ricino y porra en vez de una pasión arrogante de la mejor juventud italiana, es mía la culpa! ¡Si el fascismo ha sido una asociación criminal, si las violencias han sido resultado de un determinado clima histórico, político y moral, denme a mí la responsabilidad de esto, porque este clima histórico, político y moral lo he creado yo con una gran propaganda desde sus inicios hasta hoy

Entre 1925 y 1926 el régimen de Mussolini daría fin al sistema parlamentario y a la democracia liberal a través de las leyes fascistísimas. Se prohibieron los partidos y sindicatos no fascistas, se impuso un férreo control de la prensa y, a través de la Ley para la Defensa del Estado, se impartirían castigos para todo aquel que se manifestase en contra del fascismo, que había pasado a ser sinónimo de gobierno y Estado. En palabras del historiador Emilio Gentili en su obra ¿Quién es fascista?

El régimen totalitario fascista fue un sistema político basado en la simbiosis entre Estado y partido, en el que, sin embargo, el partido creó un complejo de centros de poder organizativos e institucionales gobernados por los principales exponentes de la jerarquía fascista, elegidos por el Duce, el cual dominaba con su autoridad carismática toda la estructura del régimen. Lo que caracterizó al totalitarismo fascista fue su intrínseco dinamismo, que se expresaba en la exigencia de una revolución permanente, en la expansión continua del poder político del partido en el Estado, en la constante intensificación del control y de la intervención en la sociedad, para subordinarla al partido único, a través de una red cada vez más amplia y minuciosa de organización y de integración.

El totalitarismo fascista fue un experimento que fue concretándose progresivamente en la cultura política, en las instituciones y en el estilo de vida del régimen fascista, a través de una compleja relación entre ideología, partido y régimen. Y todo esto implicó no solo a la política interior, a las instituciones, a la sociedad, a la cultura, sino que influyó también en la conducta y los objetivos de la política exterior.

Se estableció el Tribunal Especial para la Defensa del Estado, capaz de desterrar, encarcelar, condenar a arresto domiciliario e incluso sentenciar a muerte a cualquier disidente. Sin embargo, hasta la destitución de Mussolini en 1943 el Estado italiano solamente ejecutó a veintiséis personas, la mayoría mafiosos sicilianos y comunistas. Igualmente, se fundará una policía secreta, la Organización para la Vigilancia y la Represión del Antifascismo (OVRA). Durante el verano de 1925 Mussolini instó a los camisas negras para que se integrasen dentro del Estado, dejando de lado la violencia callejera. A partir de ese momento, la violencia sería ejercida desde el propio Estado.

En el plano económico, la Carta del Trabajo de 1927 plasmó los ideales corporativistas del Estado fascista en una serie de medidas que hacían que las empresas privadas quedasen bajo la supervisión del Estado-gobierno-partido. La política económica, en teoría estaba subordinada al interés general del pueblo italiano, pero en realidad acabaría favoreciendo a los terratenientes y a la patronal, un paso más en la derechización del fascismo. Sin embargo, la toma de todo el poder por los fascistas en 1925 animó a muchos ex simpatizantes que habían abandonado el fascismo durante el Bienio Rosso tras el giro a la derecha de comienzos de década, a reincorporase a la misma. Con la campaña conocida como Batalla de la lira, el régimen se propuso dotar a la moneda italiana de prestigio internacional dándole un alto valor de cambio. No obstante, los efectos de esta política resultaron en buena medida contraproducentes, ya que los productos italianos perdieron competitividad frente a los extranjeros y las exportaciones disminuyeron.

Se buscó la autarquía mediante la reducción de las importaciones y a través de la Batalla del trigo de 1927 se buscó modernizar este campo, atrasado respecto a otros países y que suponía un lastre para Italia. Se adoptaron fertilizantes y tractores y en un acto de propaganda sin precedentes, Mussolini fue al campo en torso desnudo a cosechar grano junto a los jornaleros. La imagen del Duce se hizo omnipresente, con un culto a la personalidad que superaba incluso al de Stalin. A Mussolini se le representaba como un modelo de fuerza física y virilidad, como un ejemplo a seguir. Persona y Estado se convirtieron en sinónimos.


Mussolini cosechando durante la Batalla del trigo. Fuente: Eurasia1945

La cultura estaba estrechamente relacionada con el pensamiento fascista. El futurismo de autores como Marinetti, un estilo que supuso la base de la ideología de Mussolini, acabó combinándose con la exaltación de los vestigios imperiales de Roma. Se construirían edificios de clara inspiración romana a la vez que se buscaba legitimar a Mussolini como el sucesor de los césares y al Imperio italiano como heredero del romano. Incluso en lo que a tiempo de descanso se refiere, el Estado fascista estaba presente. Se formó la Obra Nacional del Descanso, encargada de organizar todo tipo de actividades culturales, y sobre todo deportivas, para el pueblo.

Mussolini, un ateo convencido, logró en 1929 poner fin a las disputas sobre la soberanía territorial de la Iglesia católica, ya que los Estados Pontificios habían desaparecido con la Unificación Italiana del Siglo XIX, estableciéndose así la Ciudad del Vaticano. Pese a la oposición de muchos fascistas, la asignatura de religión católica acabó volviéndose obligatoria en los niveles de primaria y secundaria. La cuestión de la religión, así como la de la monarquía, eran los principales temas de confrontación dentro del fascismo, si bien eran pocos los que se atrevían a contradecir al Duce.


Cesare Mori, comisario enviado a Sicilia por Mussolini para hacer frente a la Cosa Nostra, un poder paralelo que rivalizaba con el del Estado fascista. Sus campañas anti mafia fueron un éxito, con el líder criminal  Giuseppe Carlo Bonanno obligado a huir a Estados Unidos y Calogero Vizzini y Giuseppe Genco Russo obligados a cesar sus operaciones.


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