El asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero del turno de Austria-Hungría, en Sarajevo el 28 de junio de 1914 marcó un antes y un después en la historia de Europa y del mundo. El Imperio austrohúngaro declaró la guerra a Serbia, país detrás del magnicidio y aliado del Imperio ruso. Los sistemas de coaliciones de la Triple Entente y la triple Alianza arrastraron a Europa a una guerra de dimensiones nunca antes vistas: La Primera Guerra Mundial.
Rusia fue
uno de los países más afectados por el conflicto, viéndose atacada por Alemania
en Polonia y el Báltico, por Austria-Hungría en Galitzia y por los otomanos en
el Cáucaso. Nicolás II, aconsejado por sus ministros y por su esposa, la
impopular zarina Alejandra, de origen alemán, se puso al mando del ejército,
relevando a su primo, el gran duque Nicolás Nikoláyevich. La política interior
del país quedó en gran parte en manos de la zarina, bajo la influencia del
místico ortodoxo Rasputín, asesinado por oficiales rusos en diciembre de 1916.
El 8 de
marzo, 23 de febrero según el calendario juliano, coincidiendo con el Día de la
mujer trabajadora, estallan una serie de violentas protestas en Petrogrado (San
Petersburgo, ciudad que había cambiado su nombre con el estallido de la guerra
con el objetivo de borrar el origen alemán del nombre original). La fábrica
Putílov, donde trabajaban más de treinta mil obreros, se declaró en huelga. Ya
en enero se habían vivido fuetes protestas coincidiendo con el aniversario del
Domingo sangriento de 1905. Los ecos de la revolución de ese año, sumados a una
serie de derrotas en la guerra, hicieron que bolcheviques, mencheviques, octubristas,
social-revolucionarios e incluso kadetes se uniesen en una revolución contra la
monarquía.
En poco más de una semana, cerca de mil cuatrocientas personas fallecen en las calles de Petrogrado, el principal núcleo revolucionario, hasta que el día 15 de marzo Nicolás II abdica. Se establece un débil gobierno provisional formado por kadetes y social-revolucionarios y al mando del derechista Gueorgui Lvov. La izquierda, y sobre todo los bolcheviques, ve con malos ojos esto, ya que el nuevo gobierno, además de ser conservador, se niega a retirarse de la guerra. Se forma un gobierno paralelo basado en el Sóviet de Petrogrado cuya fuerza no hace más que crecer. La situación de caos fue igualmente aprovechada por diversos movimientos independentistas. En marzo se proclama la República de las Montañas del Cáucaso Septentrional en el Cáucaso Norte. Más complicada era la situación en Ucrania, donde en verano se proclamaría la Rada Central Ucraniana, un parlamento que a lo largo de 1917 proclamaría varias veces la independencia de este territorio. El movimiento independentista ucraniano pronto se encontró con el apoyo alemán.
El 16 de
abril, Lenin, tras doce años de exilio en Suiza, llega a Petrogrado en un tren
puesto a su disposición por parte del gobierno alemán, que veía en el
revolucionario una oportunidad perfecta para desestabilizar a sus enemigos
rusos. Igualmente, el 17 de mayo Trotski vuelve a Rusia convertido en
bolchevique. Stalin se encontraba ya en la ciudad colaborando en la edición de
Pravda, el periódico oficial del Partido Socialdemócrata.
En las Tesis de abril, Lenin defiende la destrucción
del gobierno provisional bajo la consigna de Todo el poder para los soviets,
pidiendo además la nacionalización de la banca y la abolición de la propiedad
privada de los medios de producción. La situación en Rusia es de puro caos: una
reunión entre delegados del gobierno y representantes de la Rada ucraniana
llevó a la dimisión de los ministros conservadores. Esto provocó el estallido
de las Jornadas de julio, una serie
de enfrentamientos callejeros entre los bolcheviques, organizados por Lenin,
Trotski, Lev Kámenev y Grigori Zinóviev, y el gobierno, que se vio respaldado
no sólo por los social-revolucionarios, sino incluso por los mencheviques. El 21
de julio de 1917 Aleksándr Kérenski, líder del Partido social-revolucionario, se
hace con la presidencia de Rusia.
La guerra
contra Alemania continuaba y el 1 de julio comienza la Ofensiva de Kerénski en
Galitzia. Los combates se extenderán hasta el Báltico en un intento de recuperar
Lituania, en manos alemanas desde 1915. Los rusos sufren una humillante
derrota, con Riga y la mayoría de Letonia siendo conquistada por el Imperio
alemán. El 9 de septiembre el general ruso Lavr Kornílov lleva a cabo un intento
de golpe de Estado contra el Gobierno provisional. Si bien golpe fracasó, quedó
patente que Rusia estaba al borde de la guerra civil.
El 7 de
noviembre, 25 de octubre según el calendario juliano, la Guardia Roja, nombre
por el cual se conocería a las milicias obreras bolcheviques, se lanza al
asalto del Palacio de Invierno, que se había convertido en la sede del Gobierno
provisional. El crucero Aurora, estacionado en el Río Nevá, ayudará a los
revolucionarios en el asalto. Kerénski huye del país.
Los
bolcheviques establecen un nuevo gobierno, el Consejo de Comisarios del Pueblo,
el Sovnarkom. Ya desde antes de la Revolución de octubre estaban programadas
unas elecciones a la Asamblea Nacional para el día 25 de noviembre de 1917. Las
elecciones, que en muchas regiones de Rusia no pudieron celebrarse, son ganadas
por los social-revolucionarios, liderados por Viktor Chernov, con un 37% de los votos. Los
bolcheviques de Lenin obtienen el 23% de los votos, seguidos por los
nacionalistas ucranianos, que obtienen un 12%.
Los bolcheviques
dan por invalido el resultado de las elecciones. Es importante remarcar que si
bien la Revolución de octubre triunfó en Moscú y en Petrogrado, las dos
ciudades más importantes de Rusia, la mayoría del territorio ruso seguía en
manos del Gobierno provisional de Kerénski, por lo menos en teoría, pues la
gran mayoría de general anti bolcheviques resultaron ser monárquicos que
querían la vuelta del zar al trono. La guerra civil que tantos temían acaba por
estallar.
Llegados a
este punto es imposible hablar de la revolución comunista sin hablar de la Guerra
civil rusa, un tema del que hablaremos en una futura entrada del blog.
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