El 2 de agosto de 1990, apenas dos años después del término de la sangrienta guerra entre el Irak baazista y el Irán islámico, que provocó cerca de un millón de muertes, la mitad de ellas iraquíes, el ejército de Sadam Hussein penetra en Kuwait, emirato gobernado desde 1977 por Yaber Al-Ahmad.
La
invasión iraquí del país contrasta con el apoyo de Kuwait a Sadam durante la
Guerra Irán-Irak, apoyo que provocó la emisión de préstamos a Irak por parte de
Kuwait, préstamos que una vez acabada la guerra el gobierno de Hussein tenía
serias dificultades a la hora de pagar. A las tensiones producto de la deuda
iraquí se le sumo una nueva crisis a raíz de la explotación del campo
petrolífero de Rumaila en la frontera entre ambos países. Irak acusó a Kuwait
de robar petróleo mediante técnicas de perforación diagonal. En unas polémicas
declaraciones de finales de mayo de 1990, Hussein acusa a Kuwait y a los
Emiratos Árabes Unidos de iniciar una guerra económica contra Irak a través de
la sobreexplotación de los pozos de crudo. La embajadora estadounidense en
Irak, April Graspile afirmó que Estados Unidos se mantendría al margen de la
disputa fronteriza. El país americano había apoyado a Irak durante la guerra
contra Irán (si bien también existió un apoyo secreto a Irán, instigado por Israel) hasta el punto de que muchos de los productos utilizados en las armas
químicas iraquíes provenían de los Estados Unidos. Las declaraciones de
Graspile animaron a Hussein a lanzarse a la invasión de Kuwait, pensando que no
habría una respuesta estadounidense, o por lo menos no a gran escala. Se
equivocó.
La
invasión iraquí de Kuwait es un éxito y para el 4 de agosto los combates ya
habían finalizado. Yaber Al-Ahmad huye a Arabia Saudí y se establece un
gobierno títere bajo el mando del iraquí-kuwaití Alaa Hussein. La llamada República
de Kuwait, establecida el día 4, desaparece el 28 de agosto con la
incorporación del territorio a Irak.
La anexión
del territorio preocupa especialmente a los saudíes. El día 6 de agosto el
presidente estadounidense George H.W. Bush envió al secretario de defensa Dick
Cheney a Arabia Saudí, donde se reunió con el rey Fahd, acordando el despliegue
de militares estadounidenses en la frontera (sería además la primera vez en la que se desplegasen mujeres para labores de combate), pese a que no existiesen
evidencias de que Sadam tuviese planes para invadir Arabia Saudí. Y es que los
estadounidenses enseñaron fotos manipuladas a los saudíes en las que se podían
ver a las fuerzas iraquíes en la frontera, engaño desvelado por un periódico
japonés que se había hecho con fotografías satelitales soviéticas. Pese a que
las acusaciones de que Irak pretendía invadir Arabia Saudí carecían de
argumentos, las tensiones no paraban de aumentar, avivadas por el gobierno y la
prensa israelí, que buscaba dar un duro golpe a Irak, que junto a Siria era el
mayor enemigo del país hebreo.
Mientras
las tropas estadounidenses llegaban a Arabia, e iniciaba una intensa campaña
mediática contra Irak. Famoso es el testimonio de la adolescente kuwaití Nayirah
que afirmaba que los soldados iraquíes habían sacado a los bebés de las
incubadoras de los hospitales y les habían dejado morir. Con el paso del tiempo
se descubrió que la historia de Nariyah, que resultó ser hija del embajador
kuwaití en Estados Unidos, era falsa. Pese a las afirmaciones de Graspile,
Estados Unidos estaba preparándose para atacar Irak.
A Estados Unidos se le suman otros treinta y cuatro países: Arabia Saudí, Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Reino Unido, Francia, Egipto, Siria, Marruecos, Bahréin, Omán, Pakistán, Qatar, Bangladesh, los Emiratos Árabes Unidos, Italia, España, Bélgica, los Países Bajos, Corea del Sur, Senegal, Singapur, Turquía. Níger, Suecia, Argentina, Polonia, Checoslovaquia, Noruega, Filipinas, Grecia, Honduras, Dinamarca, Hungría, Afganistán y el gobierno kuwaití en el exilio. La mayoría de los países que participaron en la coalición no llegaron a entrar en combate. Israel, pese a ser un aliado clave de los Estados Unidos, no se unió a la coalición debido a la participación en la misma de países árabes hostiles tanto a Irak como al país hebreo, siendo la Siria de Háfez Al-Assad, que luchó contra los israelíes en la Guerra del Líbano, el caso más notable.
El 17 de enero comienza el ataque de la coalición contra Irak, la Operación Tormenta del Desierto. Durante cinco semanas, haciendo uso de la última tecnología militar y con una extensa cobertura mediática, Estados Unidos y sus aliados pulverizaron a las tropas de tierra iraquíes y redujeron a cenizas la infraestructura militar y civil del país árabe. El 24 de febrero comienzan los combates terrestres con la entrada de los estadounidenses y los saudíes en un Kuwait destrozado por los bombardeos. Se hará un intensivo uso de municiones antitanque de uranio empobrecido, un nuevo tipo de arma cuya toxicidad provocaría entre otras cosas cáncer y malformaciones en los hijos de aquellos expuestos a estas municiones.
En un
intento desesperado de provocar la salida de los países árabes de la coalición,
Hussein lanzó misiles balísticos Scud contra Israel, con el objetivo de
provocar la entrada del país hebreo en la guerra. Tres civiles israelíes
fallecieron en los ataques, ataques que no lograron provocar la reacción esperada
por el gobierno de Bagdad. Igualmente se lanzaron misiles Scud contra Arabia
Saudí, Qatar y Bahréin, provocando la muerte de un civil saudita.
La
Blitzkrieg americana da sus frutos y los iraquíes se retiran de Kuwait, no sin
antes prender fuego a cientos de pozos petrolíferos. Polémicos fueron los ataques
de la aviación estadounidense y canadiense en la llamada Autopista de la muerte,
que unía Ciudad de Kuwait con Basora en Irak. Más de mil soldados iraquíes que
huían del avance de la coalición fueron masacrados entre el 25 y el 27 de
febrero de 1991. El día 28 se firma el alto al fuego.
Las tropas
de la coalición acabaron por rechazar la idea de avanzar hasta Bagdad pese a
que tenían la capacidad suficiente para hacerlo, y es que pensaban que el
derrocamiento de Hussein acabase por fortalecer a la República Islámica de
Irán, hostil a Estados Unidos. En vez de eso, Estados Unidos y sus americanos
instigaron alzamientos armados en el norte de Irak, donde habitaba la mayor
parte de los kurdos, fuertemente represaliados por Sadam en la década de 1980,
y en el sur, donde se concentraba la población chiita. Se establecieron zonas
de exclusión aérea para evitar ataques aéreos iraquíes sobre los rebeldes,
principalmente chiitas del partido Dawa y de las Brigadas Badr y kurdos
Peshmerga y del Partido Democrático de Kurdistán, pero también baazistas afines
a la Siria de Al-Assad y comunistas. Si bien las rebeliones fueron aplastadas
durante la primavera de 1991, las zonas de exclusión aérea perduraron hasta la
invasión estadounidense de 2003.
De los
novecientos cincuenta mil soldados de la coalición murieron ciento cuarenta y
siete en combate, sin contar a los kuwaitíes, cuyas bajas mortales ascienden a
las cuatro mil doscientas, la mayoría durante la invasión iraquí. Irak por el
contrario perdió cerca de cuarenta mil soldados. Las bajas civiles kuwaitíes
ascienden a las mil, mientras que las iraquíes oscilan entorno a las tres mil
seiscientas. Pero el verdadero horror se vivió en la posguerra: a las cien mil
muertes producto de las rebeliones kurda y chií, la mayoría civiles, habrá que
sumar las devastadoras hambrunas resultado de las férreas sanciones económicas
que atravesaba el país. Medio millón de personas fallecerían a causa del
hambre, en su gran mayoría niños. Para colmo, Estados unidos y sus aliados
bombardearon el país repetidas veces durante la década de 1990, como es el caso
de la Operación Desert Strike en 1996 y la Operación Zorro del Desierto de 1998.
El duro
trato de los Estados Unidos a los iraquíes acabó por fortalecer las ramas más
radicales del islam. Una de ellas era el grupo Al-Qaeda, fundado por el saudí
Osama Bin Laden en 1988, en el contexto de la Guerra afgano-soviética, y que a
finales de la década de 1990 comenzaría a atacar objetivos estadounidenses.
Osama había propuesto a los gobernantes saudíes una fuerza de muyahidines
musulmanes para luchar contra Hussein, idea rechazada por el gobierno saudita,
que prefirió la ayuda estadounidense. Osama Bin Laden nunca perdonaría esta
ofensa.
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