En 1979 triunfan dos revoluciones de ideología totalmente distinta y en dos lugares totalmente distintos del mundo: la revolución sandinista de Nicaragua y la revolución islámica en Irán. Sin embargo, ambas tenían algo en común suponían un duro golpe para los Estados Unidos, que tras la caída de Saigón en 1975 no podía permitirse perder más países aliados.
A finales
de la década de 1970 la balanza de la Guerra Fría parecía ponerse del lado
soviético: Vietnam del norte tomaba el sur capitalista, la Angola socialista
lograba frenar la invasión sudafricana con la ayuda de Cuba, en Etiopía el
régimen de Mengistu frustraba, también con ayuda cubana, el intento somalí de
invadir Ogaden y en Afganistán tenía lugar una revolución que instauraba un
régimen marxista y pro soviético. Pero lo ocurrido en Irán fue sin duda lo más
duro, con la salvedad de Vietnam: tras más de un año de protestas, el régimen
pro estadounidense del sha Reza Pahleví colapsaba para dar paso a una república
islámica liderada por el ayatolá Ruhollah Jomeiní. Si bien los grupos
socialistas que participaron en la revolución iraní fueron aplastados por el
nuevo gobierno, la república islámica estaba caracterizada por su fuerte
antiamericanismo, algo que quedó patente con el asalto a la embajada estadounidense
en noviembre de 1979, que llevó a una toma de rehenes por parte del gobierno
iraní que duró hasta 1981.
En Nicaragua, el corrupto gobierno de la familia Somoza, que llevaba controlando el país, ya fuese de manera directa o indirecta, desde 1934, favoreciendo a los intereses estadounidenses, se enfrentaba desde 1961 en una guerra civil contra los guerrilleros del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), llamado así en honor al guerrillero Augusto César Sandino, asesinado en 1934 por las tropas de la Familia Somoza, y de ideología socialista no-marxista, con una fuerte influencia de la teología de la liberación, corriente católica que tendría una grandísima influencia en los distintos grupos guerrilleros de América Latina, como ocurrió en Colombia con el Ejército de Liberación Nacional, cuya figura más importante probablemente sea el sacerdote Camilo Torres Restrepo. Aprovechando el descontento popular producto de la respuesta del gobierno de Anastasio Somoza Debayle al devastador terremoto que asoló Managua en 1972, el FSLN fue ganando fuerza hasta que en 1979 los sandinistas, al mando de Daniel Ortega, entraron en la capital.
El 22 de
septiembre de 1980 Irak, gobernado por el baazista Saddam Hussein, ataca el Irán
de Jomeini. Estados Unidos mostrará su apoyo público a Irak a pesar de que este
país era enemigo de Israel. El país hebrero aprovechará el caos de la guerra
para atacar el reactor nuclear de Osirak, que se encontraba bajo construcción
en las cercanías de Bagdad y que ya había sido atacado por los iraníes. Pese a
que el Irán revolucionario había cortado relaciones diplomáticas con Israel, el
país hebreo comenzó a vender armamento al gobierno de Jomeini. Entre 1981 y
1983 se llevaron a cabo ventas por un valor de aproximadamente quinientos
millones de dólares.
En 1985,
ante una petición del primer ministro israelí Shimon Peres, el gobierno de
Ronald Reagan comienza a vender armamento de forma encubierta a Irán en su
lucha contra Irak. Al frente de esta operación se encontraba el consejero de
Seguridad Nacional Robert McFarlane, que comenzó a enviar armas a Irán a través
del traficante Manucher Ghorbanifar, un judío iraní que había trabajado para la
SAVAK, la policía secreta de Reza Pahleví. La excusa oficial era que las armas
iban a utilizarse en un operativo de rescate de los siete rehenes
estadounidenses capturados por el grupo chií Hezbolá en el Líbano, país que se
desangraba desde 1975 en una sangrienta guerra civil. En la realidad, Hezbolá
se comprometió a liberar a los rehenes si Estados Unidos colaboraba con Irán,
país que financiaba al grupo libanés y cuya revolución islámica tenía una gran
influencia sobre la ideología de la milicia.
Es aquí
cuando entra en escena el general Oliver North, quien propondrá la idea de
utilizar los beneficios millonarios de la venta de misiles antitanque BGM-71
TOW y misiles tierra-aire MIM-23 Hawk a Irán para financiar a los Contras, los
guerrilleros anti sandinistas que combatían al gobierno de Daniel Ortega desde
su llegada al poder de 1979. Al igual que la propia venta de misiles a Irán, la
financiación de los Contras se trataba de una operación ilegal ya que el
Congreso de los Estados Unidos la había prohibido en 1984.
Antes de poner en marcha el entramado que se conocería como Irán-Contra, la CIA ya había buscado formas de burlar la prohibición del Congreso. Esta agencia se aliaría con narcotraficantes centroamericanos anticomunistas, siendo el caso más famoso el del hondureño Juan Matta-Ballesteros, dueño de la aerolínea SETCO, utilizada por la organización criminal de Ballesteros para enviar suministros a los Contras. El poderoso Cartel de Medellín de Pablo Escobar en Colombia y el Cartel de Guadalajara en México apoyaban económicamente a los insurgentes antisandinistas a cambio de facilidades para introducir narcóticos en Estados Unidos con el beneplácito de la CIA. El dictador panameño Manuel Antonio Noriega también colaboró en la red de narcotráfico.
El 5 de
octubre de 1986 el ejército nicaragüense derriba un Fairchild C-123 Provider proveniente
de El Salvador y cargado de armamento destinado a los Contras y pilotado por un
agente estadounidense. Un mes después, el periódico libanés Ash-Shiraa informa
de las ventas de armamento estadounidense a Irán. El gobierno iraní acabó
confirmando las acusaciones. No pasó mucho tiempo hasta que se descubrió el
papel de Oliver North, que sería juzgado en 1989.
El ya
mencionado Robert McFarlane, el secretario de defensa Caspar Weinberger, el
subsecretario de Estado (viceministro de exteriores) Elliott Abrams, el
responsable de la CIA para Centroamérica Alan Fiers y el jefe de operaciones
encubiertas de esta misma agencia, Clair George, fueron igualmente procesados.
Sin embargo, todos fueron perdonados por el presidente George H.W. Bush. North
igualmente burló la cárcel y fue condenado a trabajos comunitarios. Prácticamente
ningún alto cargo de la trama fue condenado. El papel de Ronald Reagan y George
H.W. Bush sigue siendo objeto de polémica.
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