En 1979 triunfan dos revoluciones de ideología totalmente distinta y en dos lugares totalmente distintos del mundo: la revolución sandinista de Nicaragua y la revolución islámica en Irán. Sin embargo, ambas tenían algo en común suponían un duro golpe para los Estados Unidos, que tras la caída de Saigón en 1975 no podía permitirse perder más países aliados. A finales de la década de 1970 la balanza de la Guerra Fría parecía ponerse del lado soviético: Vietnam del norte tomaba el sur capitalista, la Angola socialista lograba frenar la invasión sudafricana con la ayuda de Cuba, en Etiopía el régimen de Mengistu frustraba, también con ayuda cubana, el intento somalí de invadir Ogaden y en Afganistán tenía lugar una revolución que instauraba un régimen marxista y pro soviético. Pero lo ocurrido en Irán fue sin duda lo más duro, con la salvedad de Vietnam: tras más de un año de protestas, el régimen pro estadounidense del sha Reza Pahleví colapsaba para dar paso a una república islámica li...