Desde que existen colonias, existen movimientos independentistas. Sin embargo, salvo contadas excepciones, las colonias establecidas por Europa, Estados Unidos y Japón en la segunda oleada colonial, la iniciada en el Siglo XIX en el contexto de la Revolución Industrial (la primera oleada sería la iniciada en el Siglo XV por España y Portugal), no lograron la independencia hasta después de la Segunda Guerra Mundial, conflicto que supuso un duro golpe no sólo para los perdedores, Italia y Japón (Alemania había perdido sus colonias en la Primera Guerra Mundial, viéndose obligada a ceder sus territorios a Reino Unido, Francia, Bélgica y Japón) sino también para Gran Bretaña y Francia, potencias que pasaron a segundo lugar, convirtiéndose Estados Unidos y la Unión Soviética en las nuevas superpotencias. Tanto Estados Unidos como la URSS, así como la Organización de las Naciones Unidas, un proyecto original del presidente estadounidense Roosevelt, serían los principales impulsores de la descolonización. El objetivo era claro: Puesto que el final de la era colonial era inevitable, los gobiernos estadounidense y soviético buscaron sustituir el control directo que ejercían las metrópolis europeas por un control indirecto, materializado en tratados económicos y militares. Las ex potencias europeas también buscaron conservar su poder mediante federaciones como la Commonwealth en el caso británico o la Unión Francesa en el caso del país galo.
Asia fue
el continente donde comenzó la descolonización. Territorios como la Indochina
francesa o las Indias Orientales Neerlandesas habían sido ocupados por los
japoneses, quienes pese a sus numerosos crímenes contra la población local
habían prometido otorgar la independencia. En algunos casos llegaron incluso
a otorgar una soberanía parcial a territorios ocupados, como en el caso de la
Birmania de Ba Maw o el Imperio vietnamita de Bao Dai, establecido en 1945 tras
expulsar a los franceses del gobierno de Indochina, territorio que los japoneses
habían ocupado en 1940 con el apoyo del régimen de Vichy, algo que ya expliqué en mi segunda entrada sobre Indochina.
En el caso
de las Indias Orientales Neerlandesas, si bien la independencia fue prometida
por los japoneses, esta no fue declarada hasta el día 17 de agosto de 1945, dos
semanas antes de la rendición oficial de Japón. Todo esto mientras no muy lejos
de allí, en la Indochina francesa, tenía lugar la Revolución de Agosto, el
alzamiento comunista de Ho Chi Minh. Tanto los nacionalistas
indonesios como los marxistas vietnamitas, igualmente nacionalistas, aprovecharon
el vacío de poder que se vivía en las últimas etapas de la guerra, con las
tropas japonesas exhaustas y al borde de la rendición y con unas autoridades
coloniales de preguerra que todavía no estaban preparadas para restablecer el
control.
Tras la
rendición oficial de Japón, las tropas niponas establecidas en Indonesia
acabaron por unirse a las tropas occidentales que habían desembarcado en
algunos puntos de la colonia neerlandesa durante las etapas finales de la
Segunda Guerra Mundial. En el momento de la declaración de independencia de
Indonesia había más de setenta mil soldados estadounidenses, británicos,
australianos y neerlandeses en la isla de Borneo. Por otro lado, algunas tropas
japonesas e indias, que compartían el deseo independentista de los indonesios, desertaron y se unieron a los rebeldes, comandados por Kusno Sosrodihardjo, más conocido
como Sukarno, líder de la Revolución Indonesia y primer presidente del país
tras la independencia.
Los Países
Bajos estaban enormemente debilitados tras la Segunda Guerra Mundial,
acompañada de una fuerte hambruna que entre 1944 y 1945 se saldó con más de
veinte mil vidas en la metrópoli, por lo que durante las primeras etapas de la guerra los
principales adversarios de los nacionalistas fueron los británicos y los australianos.
Algo similar ocurrió en la Indochina francesa con la Operación Masterdom, la
cual trató de aplastar la Revolución de Agosto y que supuso el comienzo de la
Guerra de Indochina, una operación militar liderada por los británicos.
Entre el
27 de octubre y el 20 de noviembre de 1945 en Surabaya, en Java, tiene lugar
una importante batalla en la que se enfrentan veinte mil rebeldes indonesios y
treinta mil británicos, una batalla que si bien los nacionalistas pierden
acabaría por convertirse en un símbolo de resistencia y patriotismo indonesio. La
primera ofensiva antiguerrillera a gran escala por parte de los neerlandeses
tiene lugar en 1947, la Operación Product, un éxito relativo que sin embargo
no logra frenar el avance independentista. Los neerlandeses contarán con el
apoyo de minorías étnicas como los chinos, agrupados en torno a la guerrilla
Pao An Tui, o los Minahasan.
La guerra
finalizó el 27 de diciembre de 1949 con la Conferencia de la Mesa Redonda de la
Haya, en la que si bien se reconoce la independencia de Indonesia, se acuerda
que los Países Bajos conservarían Nueva Guinea Occidental, que doce años después Sukarno intentaría invadir.
Mientras en Indonesia e Indochina se vivían sangrientas guerras de independencia, en 1946 Filipinas obtiene, de forma pactada y pacífica, la independencia de Estados Unidos de acuerdo a la Ley Tydings-McDuffie de 1934. Estados Unidos siguió, y sigue a día de hoy, conservando una grandísima influencia económica, cultural y militar en el archipiélago filipino, uno de los mejores ejemplo de neocolonialismo. Y es que el caso de China demostró que no era necesario invadir un país en su totalidad para mantenerlo sometido a potencias extranjeras, primero Europa y Estados Unidos y luego Japón, si bien este último al final sí que puso en marcha una campaña de conquista a gran escala. Tras la derrota nipona Occidente buscó restablecer su hegemonía en China, algo que finalmente no fue posible debido al triunfo de los comunistas en 1949.
Otro caso de independencia pactada fue la de la Malasia británica. No obstante, en 1948 tiene lugar un alzamiento comunista contra el colonialismo británico, claramente inspirado en las revoluciones de China e Indochina, lo que da comienzo a una guerra conocida de forma eufemística como Emergencia Malaya. La gran mayoría de integrantes del Partido Comunista de Malasia eran de etnia china, la mayoría de la cual vivía en la pobreza extrema, sujeta a la persecución racial y sin derecho a voto. El que la mayoría de los comunistas malayos fueran chinos permitió que los británicos obtuviesen el apoyo de la población malaya, lo que facilitó las labores de contrainsurgencia. La represión británica fue especialmente brutal: a través del Plan Briggs, más de diez mil civiles chinos fueron internados en campos de concentración. Cuando Malasia se independizó en 1957, conservando el Reino Unido ciertos privilegios, el gobierno malayo siguió combatiendo a los comunistas de Chin Peng hasta 1960, lo que no evitó que en 1968 estallase una nueva revuelta comunista.
La ciudad
de Singapur permaneció bajo control británico hasta 1963. Tras la independencia
de la ciudad, esta se incorporó a Malasia a través de un referéndum. Sin
embargo, en 1965 la ciudad se separa de la federación debido a que el gobierno de Lee Kuan
Yew no quería que la ciudad de Singapur, donde los chinos son mayoría, se
incorporase a un país como Malasia, donde eran minoría.
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